domingo, 7 de junio de 2020

Crónicas en tiempos de pandemia - I


A veces ocurre, que sin haberlo pretendido, y sin tan siquiera ser consciente de ello, la historia te permite vivir uno de esos momentos que perdurará hasta la eternidad. Durante estos últimos meses se ha hablado mucho de gran epidemia de la "Gripe española" ocurrida en el año 2018, seguramente la última gran pandemia. 2020 nos ha traído la crisis del Covid-19, la enfermedad creada por un tipo de coronavirus, el SARS-CoV-2

Lo difícil y a la vez interesante de estar viviendo y contando una pandemia en directo, en tiempo real, mientras ésta se está desarrollando es la total incertidumbre. No saber cuándo ha empezado (los estudios apuntan al otoño de 2019, pero ni siquiera eso está del todo confirmado), pero sobre todo no tener elementos seguros, ni de confianza, ni verdaderamente fiables del futuro, del horizonte. Se ha hecho viral esa frase de que nos encaminamos hacia lo desconocido

Durante este tiempo es normal los cambios de humor y de ánimo. El recrudecimiento de contagios y el aumento en el número de personas fallecidas enciende todas las alarmas, siembra el desánimo, la desesperación y la desesperanza. Y estos sentimientos contrastan con las noticias de los pequeños avances científicos que apuntan a que puede estar consiguiéndose una vacuna que ayude a prevenir la enfermedad que desarrolla el dichoso virus, al que en sus primeras etapas yo denominaba, el "coronabichus".

En el futuro, los historiadores, los sociólogos, los psicólogos, los responsables políticos, científicos y epimediólogos harán un diagnóstico claro de qué ha pasado, y espero que sirva para tomar las decisiones y medidas oportunas para estar más y mejor preparados para la siguiente pandemia, que puede que se esté larvando ya en la actualidad. 

Mientras tanto, desde estas líneas, me comprometo a ir contando el minuto y resultado de la pandemia. Tarde, porque todo apunta a que estamos ya en la segunda parte del encuentro, y los más optimistas afirman que lo peor ya ha pasado. ¿O tal vez no? Porque el estudio de seroprevalencia realizado en España afirma que sólo el 5,2% de la población en nuestro país ha entrado en contacto con el dichoso virus. O lo que es lo mismo, que el 94,8% de los habitantes de España (que no españoles) son susceptibles de tener una involuntaria cita con el bicho, es decir, potenciales víctimas de su contagio.

1.- Ventana de incubación

La ventana de incubación es el intervalo temporal que acontece desde que una persona entra en contacto con un agente patológico (pongamos que el coronavirus), y desarrolla la enfermedad derivada del mismo. Para este virus, dicha ventana ha quedado establecida en un plazo medio de entre 8 y 10 días, pudiendo llegar hasta 14 (2 semanas). Esto ha sido clave para ayudar a entender cómo es posible que el contagio se haya realizado tan rápidamente y de forma tan exponencial. Una persona podía estar contagiada, podía estar en contacto con otras personas, y por tanto, ser un foco infeccioso y contagiar al resto, sin ser consciente de ello. Para cuando la persona infectada 0 desarrollaba la enfermedad (pongamos en el día 10), ya le había dado tiempo a infectar a un número de personas (n), y éstas a su vez, iniciaban de nuevo el proceso de la persona 0.

Por otro lado, los síntomas de la enfermedad COVID-19 son asimilables a otras enfermedades infecciosas del sistema respiratorio como puede ser la bronquitis, neumonía o la gripe. Esto ha llevado también a la confusión de haber estado realizando diagnósticos de estas enfermedades en los primeros meses del año 2020 en España, cuando, es posible, que detrás de esa sintomatología se encontrara de forma silenciosa el SARS-CoV-2

Visto todo esto, se entiende ahora que las primeras medidas fueran de guardar una cuarentena de 14 días para las personas que habían entrado en contacto con personas enfermas por el coronavirus. Y que la principal medida para sofocar la epidemia y combatir su propagación era la de aislar a la sociedad, romper los vínculos sociales, a través del confinamiento general de la población.


2.- Ventana de diagnóstico

Si importante es conocer la ventana de incubación del virus, no menos lo es el de entender por qué el diagnóstico llega de forma diferida, sobre todo cuando en los primeros momentos se carecía de test rápidos de detección de anticuerpos y la única forma de certificar la presencia del virus en el organismo era la prueba PCR.

Ya se ha visto la ventana de incubación, aquel intervalo de tiempo que se produce desde el contagio hasta el desarrollo de la enfermedad. Cada persona tiene una respuesta inmunológica diferente a una enfermedad, y también una propia resistencia a combatir el virus interiormente o al de enfrentarse a él de forma externa acudiendo bien al médico de primaria o a urgencias de un centro médico.


En el caso medio, cuando la enfermedad llega con una cierta intensidad, la persona enferma acudía al servicio de urgencias, en el que hacían un primer juicio clínico y se practicaba la prueba PCR, que de promedio tardaba 2-3 días en obtener su resultado. Esto eleva la ventana de diagnóstico de la enfermedad (desde el contagio hasta el resultado positivo) a un promedio de 14-15 días, momento en que la persona empieza a recibir un tratamiento más preciso o concreto, sobre todo si la enfermedad había conseguido imponerse con cierta contundencia. 


3.- Ventana de evolución terapéutica

Cuando una persona gravemente enferma era diagnosticada, se inicia la respuesta terapéutica.
Los datos del 31 de mayo de 2020 en España son los siguientes:
  • Nº de personas contagiadas con diagnóstico positivo: 239.638
  • Nº de personas que habían recibido ingreso hospitalario: 123.879 (51,7%)
  • Nº de personas que han sido ingresadas en UCI: 11.399 (4,8%)
  • Nº de personas que han fallecido: 27.127 (11,3%)
Esto nos da la idea de qué comportamiento promedio es esperable de las personas que hayan sido detectadas con resultado positivo del virus (al margen queda, la inmensa mayoría de los contagiados, que o bien son asintomáticos y no desarrollan ningún síntoma de la enfermedad, o bien, éstos son tan leves que no reciben atención médica, ni son detectados).

Aproximadamente la mitad de las personas con resultado positivo acaba siendo hospitalizado (el 51,7%). La otra mitad, recibe tratamiento terapéutico a domicilio (son casos más leves de enfermedad).

Casi el 5% de las personas detectadas acaba recibiendo cuidados intensivos mediante el ingreso en la UCI.

Con los datos de ese día, el 11,3% de las personas que habían sido contagiadas, habían fallecido.

El siguiente gráfico, que no responde a casos reales, sino sólo un ejercicio de simulación ficticia, ayuda visualmente a comprender la evolución que reciben los pacientes desde que son contagiados, hasta que reciben el resultado positivo y posteriormente su evolución terapéutica.



4.- Tasa de letalidad

La experiencia que nos ha dejado estos tres meses de lucha contra el virus es que aproximadamente la tasa de letalidad que deja (relación entre el número de personas fallecidas y el número de personas contagiadas) es de entre el 1% y el 2%, y que las tasas que se están manejando en muchos países de entre el 10 y 20% se debe al alcance de detección real a la que se ha llegado. Cuantas más pruebas se han hecho y mayor cobertura de detección se ha realizado, más cerca está la tasa de letalidad de ese 1-2%.

Como los distintos países han seguido unas políticas de detección y una eficiencia de las mismas distintas, las tasas de letalidad de la enfermedad (en el momento puntual de la medida) han sido realmente variables y distantes de unos países a otros.


Tomando los datos reportados el día 5 de junio para los países con una mayor incidencia de la enfermedad, la tasa de letalidad sería la siguiente:


Se comprueba la clara diferencia de tasa de letalidad, desde el 1,25% de Rusia, que podría llevarnos a pensar que se está detectando prácticamente a la totalidad de las personas contagiadas, a la de Francia, la más alta en estos momentos, con el 19%.

Es importante insistir, no se trata de que el virus en Francia esté ocasionando una mortalidad mucho mayor que en el resto de países, o que el sistema sanitario de Francia no esté siendo capaz de combatir al virus con una eficacia parecida a la de los países del entorno europeo (como Alemania, por ejemplo), sino que el índice de personas detectadas sobre el número de personas contagiadas es muy bajo.

Dicho de otra manera, si consiguiéramos detectar a todas las personas contagiadas de todos los países, la tasa de letalidad de todos ellos convergería entre el 1 y el 2%.


@ajcalzado