jueves, 18 de agosto de 2016

La investidura del Sr. Rigodón


Le gustaba mucho decir al profe José María García eso de "uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras". Detrás de esta memorable frase muchas veces García se mordía la lengua y prefería callar. Como hizo precisamente la última noche que se puso al frente de los micrófonos para presentar el que sería su último Supergarcía, una madrugada de abril de 2002.


El pasado domingo 26 de junio hubo Elecciones Generales en España y un mes después, el 28 de julio el Rey encargó formar gobierno al candidato Mariano Rajoy Brey.

"El señor candidato, en lugar de intentar articular, en serio, una mayoría suficiente, —que es lo que se supone debe hacer un candidato—, ha preferido no hacerlo por razones que nada tienen que ver con el gobierno de España o los intereses de los españoles, sino exclusivamente con los planes particulares del señor candidato."

Desde ese momento, comenzó en España un ataque y derribo sobre el Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, con el fin de presionarle para que se abstuviera en la investidura. 

La farsa no sería genuina si faltaran en ella buenos y malos. En efecto, lo que pretende hacernos creer el señor candidato es que, si hoy España no tiene gobierno, si no se completa una mayoría, si él no es elegido Presidente, será por culpa de todos los demás, que son los malos.

Como toda sesión de investidura, se hace necesario los acuerdos y desacuerdos, las reuniones con papeles y sin papeles, con corbata y sin corbata.



Toda esta representación ha venido precedida de otra no menos teatral y altisonante. Me refiero a la solemnísima firma de un acuerdo de muy limitada relevancia, pero que se ha presentado con una escenografía que nos hacía pensar que estábamos ante una página histórica de dimensiones sólo comparables al Pacto de los Toros de Guisando.
Este gran paso histórico que, sin duda, los niños estudiarán en las escuelas con el Compromiso de Caspe y los Pactos de la Moncloa, nos ha hecho revivir aquellos felices días de la «conjunción interplanetaria», que nos anunció una entusiasta señora ministra, a cuenta de que en el Planeta Tierra iban a coincidir la presidencia Americana del señor Obama con la Presidencia de turno de la Unión Europea del señor Zapatero. España entera quedó estupefacta.

Durante la campaña electoral para el #20D, también para la del #26J y el tiempo que hubo entre ambas contiendas, el PSOE no engañó a nadie. Se presentaba como alternativa al PP de Mariano Rajoy y en modo se haría cómplice o cooperador necesario de su corrupción. 

¿Cómo? Ya se sabe: diciendo NO. Me dijo usted “NO” cuando le llamé el 23 de diciembre, y lo ha repetido desde entonces hasta la saciedad. Le recuerdo sus propias palabras, Sr. Sánchez: “No es no. ¿Qué parte del no no ha entendido el Sr. Rajoy?”. 

Los sistemas democráticos parlamentarios tienen la peculiaridad de que quien gana en votos puede no ganar en escaños y que incluso el que gana en votos y escaños puede ver cómo no tiene una mayoría parlamentaria suficiente como para formar Gobierno. Este sabor amargo saboreó Pedro Passos Coelho cuando el Presidente de la República de Portugal le encargó formar gobierno a pesar de que la mayoría del Parlamento era de signo contrario.

Entonces, descubrió usted Portugal, y en Portugal la fórmula milagrosa para desplazar al Partido Popular. Reconózcame que aquel señuelo le deslumbró como un espejismo. Supongo que usted se dijo: "si otros perdedores lo han conseguido, ¿por qué no yo?".


Una vez nombrado candidato por SM el Rey y ratificado por el Presidente del Congreso, el candidato comenzó a reunirse con el resto de partidos políticos a fin de lograr apoyos necesarios para sacar adelante la investidura, sin que esto se produjera. 

Entonces comenzó la comedia que diseñó para asegurarse la supervivencia.
Lo natural, incluso lo honesto, hubiera sido que usted comunicara al Rey eso tan sencillo de lo he intentado, pero no ha sido posible. No lo hizo porque no le convenía reconocerlo para no perder el control de la situación.

Llegado el momento de que el candidato comprendió que no había forma de sacar adelante la investidura y de formar Gobierno, se cernió sobre los españoles la "amenaza" de nuevas elecciones.

Cuando fue consciente de que no podía formar el gobierno que en realidad quería, decidió apostar por las elecciones y reforzar su posición dando largas a los españoles para no dejarles margen de maniobra.

Es entonces cuando se produce un paso importante del partido de Albert Rivera, Ciudadanos que apuesta por la gobernabilidad.

Así comienza el vodevil de la negociación a dos bandas, que nos ha tenido entretenidos como una comedia de enredo en un escenario con dos puertas, por las que unos entran y otros se escabullen… Eso sí, con muchas fotos y muchas ruedas de prensa.

Luces y subida de telón... para un candidato al que no le salen las cuentas para la investidura.

Díganme si no tienen todos los ingredientes de una comedia de enredo.
Este rigodón con cambio de parejas se ha prolongado hasta casi agotar los plazos. Ha consumido el mes en postularse para un puesto a sabiendas de que no reunía las condiciones para obtenerlo.

Durante el mes transcurrido desde que el Rey otorgó el mandato al candidato hasta la fecha de la investidura, se han ido sucediendo las reuniones con sus fotos y sus ruedas de prensa.

Ha gastado el mes repartiendo promesas y esperanzas con las manos vacías.
Un mes, insisto, de idas y venidas, de visitas y recepciones, ruedas de prensa, intercambio de credenciales, mucha televisión y muy solemnes palos al agua.

Y es entonces cuando puesta la fecha de la investidura, el candidato se queda sin plazo para seguir negociando y llega a la conclusión de que no alcanza la suma obtenida. 

En suma: viene aquí sin Gobierno y sin apoyos, esperando que los demás le arreglen lo que usted no ha querido arreglar, porque su Señoría estaba pensando en algo que le importa mucho más: su propia supervivencia. Si usted hubiera querido formar Gobierno no necesitaba tanto tiempo, porque no ha cambiado nada desde las elecciones.

Y es que las posiciones de cada partido, excepto la de Ciudadanos, se sabían justo desde el día de las elecciones.

Desde el primer día se conocían todas las posturas, todas las combinaciones, todas las mezclas compatibles y las incompatibles, todas las sumas y todas las restas.

El candidato se reunió con el principal partido político que sería de oposición si saliera la investidura adelante que le anticipó el "no".

Yo, como usted sabe, no necesité un mes. Nadie lo necesitaba. En esa reunión me dijo que no quería saber nada, ni de mí, ni de mi partido. Así pues, en cuanto se constituyeron las Cámaras, se celebraron las consultas en la Zarzuela y el Rey me lo propuso, le dije que no podía formar Gobierno porque usted se negaba a participar.
No me hizo falta un mes para comprobarlo. Le dije al Rey que ya estaba claro que yo no podía porque usted no quería. No engañé a nadie. Ni al Rey, ni a esta Cámara, ni al conjunto de los españoles. Y no gasté ni un día. Tampoco usted necesitaba tomarse un mes para lo que nos ha traído.

Llegado el día de la Investidura, si no hay apoyos suficientes, alguien podría preguntarse a qué han venido.

Si está usted representando una comedia, si es evidente que estamos ante una candidatura ficticia e incompleta, no sé bien a qué hemos venido, Señoría.

La Constitución Española en su artículo 99.2 expresa que el candidato debe exponer su programa de gobierno y solicitar la confianza de la cámara.

Estamos aquí, según indica la Constitución en su artículo 99.2, para conceder o negar la confianza al "programa político del Gobierno que el señor candidato pretende formar".
Esto implica varias cosas.
La primera, que el candidato, cuente ya con los apoyos suficientes para sacar adelante esta votación de confianza, y, por tanto que esté en condiciones, no sólo de ser elegido Presidente del Gobierno, sino de gobernar.
Pues bien, Señorías, no es esto lo que se nos propone.
No sabemos cómo se articula su mayoría parlamentaria, ni con quién piensa gobernar, ni-mucho menos- sostenerse en el Gobierno.

Parece pues que la investidura se trate de una tragicomedia y que el escenario sea el Congreso de los Diputados.

Bien se ve que estamos en un nuevo escenario, pero seguimos en la misma comedia.
No quiero parecer crítico, pero tengo que expresar mi sorpresa porque se nos solicite un voto para un ente de ficción.

No obstante, de cara a la investidura el candidato no debe rendirse hasta el final y debe trabajar hasta el final con tal de conseguir revestirse de una mayoría suficiente para obtener la confianza.

En fin Señoría, no lo tome a mal, pero nos ha entretenido durante un mes para nada. Ya sé que han estado trabajando mucho, pero, dado lo poco que les cunde, más les valía no proclamarlo.
Pues bien, si alguien supone que mi Grupo puede aceptar el papel de comparsa que se nos asigna en este cortejo, se está equivocando.

Sin embargo, el que está llamado a liderar la oposición siempre tiene la opción de oponerse desde el mismo momento de la investidura y hacerlo en nombre de sus votantes y más, de los españoles.

Nosotros no vamos a rebajar nuestra dignidad hasta ese punto. Nos mantiene erguidos el respeto a nuestros electores.
Esta es, como he dicho antes, nuestra primera razón para rechazar este sucedáneo de investidura.
No es la única.
Hay otra mucho más seria: los españoles.
Los españoles, sus problemas de hoy, su derecho a un futuro próspero.
Ahí, en el interés de España, es donde se alza nuestra principal razón para votar en contra de esta investidura de ficción.
Los españoles, Señoría. Esos a los que está tomando el pelo con estos teatros.

El país no está ni para bromas ni para improvisaciones. A pesar de que el gobierno en funciones no ha podido infringir más daño a los ciudadanos, se hace necesario un gobierno en plenas facultades.

Lo que menos necesita España, Señoría, son improvisaciones, y usted no puede ofrecerle otra cosa.
Ha estado un mes improvisando programas, poniendo y quitando cosas hasta el último minuto, como quien prepara el menú de la boda para dejarlo al gusto de todos.
Acaba de improvisar con prisas un florilegio de medidas para la ocasión, en el que, como en las dietas de los convalecientes, no se incluye nada que cueste digerir.
De hecho, sigue usted improvisando ahora mismo. Está esperando a ver si, por casualidad, aparece un socorro que le permita, no ya gobernar, sino alzarse con la Presidencia del Gobierno.

España ha incumplido sus compromisos de déficit los últimos 4 años, tanto que la Unión Europea ha amenazado a España con una multa y ha obligado a más ajustes en los nuevos Presupuestos Generales del Estado.

No viene usted sólo. Le acompaña un pasado. Estaba usted entre los que aplaudían la política que nos arruinó. Para gustos están los colores; y a usted le gustaba. Nunca la ha condenado; ni siquiera la ha criticado. No la veía mal.
El pasado no le avala.
Ustedes, siembran déficit y paro con la misma naturalidad que noviembre trae los catarros y la primavera las alergias.
Reconózcame que con estos precedentes debemos ser cautos y no regalar la confianza como si dichos precedentes no existieran. Existen y le aseguro que dejan un regusto muy amargo.

En una investidura el candidato además se somete a la sombra alargada de su pasado.

Debe usted reconocerme, además, que su trayectoria personal no le avala.
Si a eso le añadimos las vaporosas medidas que anuncia en su discurso, y especialmente las que se calla por prudencia, no es exagerado afirmar que estamos ante un programa ruinoso para la economía, disolvente para la confianza y catastrófico para el empleo. Y todo eso, con pactos o sin pactos.

Finalmente el candidato en la sesión de investidura debe ser capaz de convencer a sus señorías a través de un programa de Gobierno.

¿Qué es este curalotodo?¿El bálsamo de Fierabrás?
Para gobernar, Señoría, no basta con amontonar unas cuantas ideas que suenen bien, como quien adorna un escaparate o el árbol de Navidad. Es preciso que las ideas sean coherentes con lo que es necesario hacer y con lo que es posible hacer. Y además, que se puedan pagar. Lo contrario es pura palabrería publicitaria. Ustedes primero disparan, luego colocan el blanco donde ha caído la flecha. Así, señoría, acierta cualquiera. Las cosas se hacen al revés. Primero se pone el blanco.


En una investidura se debe decir la verdad no sólo al resto de diputados de las Cortes, sino a los españoles. Tratarlos de mayores de edad y hablarles claro.

No ha sido usted leal con los españoles.
Les ha ocultado la verdad.
Les ha hecho esperar contra toda esperanza.
Se ha tomado un mes de promoción personal en solitario.
No tiene Gobierno, carece de suficientes apoyos, y nos expone un programa que no sabemos si considerar un simple trámite de la investidura, un intento de echar las redes para ver qué sale, o un adelanto de su propio programa electoral.

Y si lo que se quiere es forzar nuevas elecciones porque algunos sondeos internos puedan adelantar que a uno le va a ir mejor, es honesto reconocerlo.

Si antes conservaba usted cierta capacidad para engañar a los ingenuos, la teatralidad del acto solemnísimo del intercambio de carpetas, despeja las dudas. Es evidente, y así lo ha entendido todo el mundo, que su mensaje a la ciudadanía era: "Declaro solemnemente inaugurada la campaña electoral porque es lo que más me conviene".

Si finalmente el candidato no consigue la confianza de la cámara, siempre habrá alguien dispuesto a definir el intento como "bluf".

El diccionario de la Real Academia define la palabra bluf como montaje propagandístico para crear un prestigio que posteriormente se revela falso. Me parece que está bien descrito.
Por todo esto, Señorías, y otras cosas que callo por no alargarme, mi grupo cumplirá con su deber votando en contra de lo que únicamente se puede calificar como amenaza para los intereses de los españoles.

Y así fue como Mariano Rajoy Brey votó "NO" en la investidura del candidato Pedro Sánchez en la sesión de investidura del pasado mes de marzo forzando unas nuevas elecciones para el 26 de junio.

Vídeo de la intervención de Mariano Rajoy Brey el pasado 2 de marzo.


La investidura del Señor Rigodón 

a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Contemporáneo 

Estreno: martes 30 de agosto 
Desde el Congreso de los Diputados (Carrera de San Jerónimo) 

Dirección: Ana Pastor 
Protagonista: Mariano Rajoy Brey 
Reparto: Pedro Sánchez Pérez-Castejón, Pablo Manuel Iglesias Turrión, Alberto Carlos Rivera Díaz 

Guión original: "Mañana mismo podemos tener gobierno



@ajcalzado

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